“¿A dónde pretendes llegar sentada en ese sillón?” Son sus
palabras las que me llevan lejos, hieren y por dentro algo hierve.
Efectivamente estaba sentada en el sillón con la vista firme
pero perdida. Atenta a los diálogos, atenta a la historia que poco a poco se desenvolvía.
¿Cómo le explico que busco perderme? Que intento no estar aquí.
Que diario debo luchar conmigo para
poder levantarme, para poder reír, para poder vivir.
Estar sentada en el sillón es lo más humano que puedo hacer
mientras todo mi interior explota entre tanta duda existencial y depresión.
Es verme sentada o verme dormida.
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